La ciudad dormía, la luna los vigilaba fresca y llena de blanco.
Sonó la primera nota, y los pies bailaron calle abajo. Llevaban un bonito ritmo: suave e inocente, alegre y feliz. Mayer sonaba por dos botones negros, dividido en uno que parecían dos…en dos que eran un abrazo bajo chupa de cuero.
Y siguieron… siguieron bajando y mirando hacia el mar. Les sorprendió la belleza de lo sublime, los desarmó y los dejó desnudos ante la música. Abandonaron sus relojes, sus horas y sus minutos…cogieron sólo un segundo, y se quedaron con él.
Y ahora duerme en un rinconcito secreto. Aún lo guardan como un tesoro, que sigue sonriendo lágrimas dulces…calle abajo…mirando hacia el mar…suave e inocente, alegre y feliz…abrazando una chupa de cuero.
e 12.11.09
